
Ibiza: La isla de la alegría, la música electrónica, la fiesta y la codicia inmobiliaria
El alquiler habitacional más caro de España
500 euros por vivir en un balcón, 400 por un colchón en una terraza o 300 por un colchón en un salón sin derecho a baño ni cocina son algunos de los abusos que suceden en Ibiza con la llegada de la temporada.

Durante los últimos años, por estas fechas, mi bandeja de WhatsApp se llena de mensajes de amigos, amigos de amigos, familiares de familiares y gente desesperada por encontrar alojamiento de temporada en Ibiza. Mi frustración es total. Ya que, aunque lo intentara, conseguir un alquiler razonable en la isla resulta más difícil que ascender el Everest haciendo el pino. No les puedo ayudar. Y sé cómo es la angustia que están pasando, ya que la he vivido en mis propias carnes.
El artículo de El Mundo
Parece que esta situación comienza a aflorar en los medios nacionales. Aunque la prensa local y las redes sociales no han parado de denunciar este abuso, la repercusión global no ha llegado hasta que un artículo publicado en El Mundo ha dado la voz de alarma. Y no es para menos con este titular: La falta de personal amenaza el verano de Ibiza.
En el artículo se detallan unos datos preocupantes. Por ejemplo, que el 63% de los pequeños empresarios reconoce no encontrar trabajadores que atiendan sus negocios. La situación es tal que ni siquiera los funcionarios quieren quedarse en Ibiza. Pese a que gozan de una supuesta estabilidad, renuncian a sus plazas pues no pueden afrontar el precio de los alquileres.
En un artículo anterior de El Mundo también se relata como en Ibiza se han llegado a pedir 500 euros por vivir en un balcón, 400 por un colchón bajo una terraza tapada con un plástico o 300 por un colchón en un salón sin derecho a baño ni cocina.
El alquiler más caro de España
Según Luis Gonzaga, portavoz de la Plataforma de Afectados por los Alquileres, el precio medio del alquiler ronda los 1.600 euros por un piso de dos habitaciones. Telita. Estos precios convierten los pisos en auténticos pisos patera, donde un sofá no es un lujo: es una necesidad.
Los empresarios preocupados, los trabajadores cabreados
La cuerda se ha tensado tanto que está a punto de romperse. En el artículo de El Mundo se expone la preocupación empresarial. Los dueños son incapaz de completar sus plantillas y ven cómo la calidad de su servicio disminuye. Por su parte, el turista actual que llega a Ibiza demanda sobre todo calidad. Claro que, viendo lo que paga, no es de extrañar.
Los trabajadores viven con una doble presión. Sus sueldos no han aumentado y el coste de la vivienda les hace replantearse la temporada ibicenca. Antes en una temporada en Ibiza se podría recolectar lo suficiente para pasar el invierno. Ahora mismo, muchos trabajadores se van como llegaron. Además, las condiciones en las que el trabajador tiene que vivir no son las óptimas. El descanso se complica cuando tiene que compartir piso con gente en su misma situación. Sin descanso, sin dinero, incluso sin ocio ya que las ventajas de acceso a las grandes fiestas para los residentes prácticamente han desaparecido.
Posibles soluciones
¿Acabar con la avaricia y la codicia del ser humano? Muy naif. La verdad es que encontrar una solución resulta complicado. Porque si el propietario puede ganar el doble alquilando a turistas, la lógica nos enseña que no merece la pena alquilar por la mitad a unos trabajadores.
Aquí es donde papá Estado debe intervenir. Ibiza necesita una regulación que permita establecer una cuota de alojamientos dedicados al trabajador de temporada y a los residentes, con estímulos fiscales a los propietarios que alquilen a trabajadores, y con un registro de propiedades actualizado.
Hubo un tiempo en el que para conseguir un contrato de alquiler hacía falta presentar un contrato de trabajo. Hoy en día, si quieres trabajo, necesitas certificar que tienes piso. ¿No es esquizofrénico?
En busca del alquiler perdido
Yo también sufrí el estrés de encontrarme sin casa en Ibiza. Hace unos años, antes de comenzar la temporada, mi pareja y yo habíamos cerrado un acuerdo con nuestro antiguo casero. Pese habernos declarado amor eterno, diez días antes de nuestro viaje, Pepe nos llamó y nos dijo que lamentándolo mucho tenía que dejarle el apartamento a una sobrina. Sospechoso, ¿verdad?
Así que desembarcamos en Ibiza y estuvimos de okupas en una habitación de la casa de una amiga que compartía con otras dos personas. Mi novia y yo llevábamos más de una década trabajando en la isla. Así que pensamos que más bien pronto que tarde encontraríamos algo. Qué equivocados estábamos.
Recorrimos la isla de palmo a palmo, pedimos miles de favores, tocamos todas las puertas, recurrimos a nuestros contactos, pero nos encontrábamos con un muro insalvable. Fue entonces cuando fui consciente de la estafa, del engaño piramidal que se estaba produciendo. Porque no solo había que pagar un alquiler y una fianza. Había que pagar una comisión al intermediario, al intermediario del intermediario, y a la agencia. En muchas ocasiones el coste de la comisión era igual que el de un mes de alquiler, y para entrar al piso llegaban a pedir el pago del alquiler de toda la temporada, la fianza y las malditas comisiones. Una locura.
Un mes (sí, un mes) después de nuestra llegada, desesperados y planteándonos abandonar la isla y nuestros trabajos, recibimos la llamada de una inmobiliaria. Rápidamente llegamos a la cita en un viejo edificio de apartamentos en la zona de Es Vivé. Al parecer tenían dos apartamentos, aunque no estaban listos para entrar a vivir. En nuestra situación nos dio igual. Así que subimos junto a los amables agentes inmobiliarios que nos mostraron el primer piso. ¿Os acordáis del baño más asqueroso de toda Escocia que salía en Trainspotting? Pues el apartamento que nos mostraron estaba en peores condiciones. Asqueroso es un adjetivo que se queda corto. Imaginaros un piso bombardeado, pero bombardeado con mierda.
Cabizbajos, subimos hasta el siguiente piso. Tristes, pero con esperanza, ya que pensábamos que era imposible que fuera peor. Cruzamos la puerta con un resoplido, y lo que vimos nos gustó. El pasillo tenía un aspecto inmaculado y el resto no pintaba mal. Cuando llegamos al salón hicimos un gesto de satisfacción, aunque había algo en esa fotografía que no nos encajaba. Pequeños detalles. Fue entonces cuando los agentes inmobiliarios nos contaron por qué ese piso estaba disponible. El inquilino acababa de fallecer en el hospital de Can Misses.
Eso explicaba el medio cigarrillo en el cenicero, la nota de la compra en la nevera, algunos cacharros sin lavar en el fregadero, el cepillo y la pasta de dientes en el baño y la cama a medio hacer del dormitorio. Esa persona acababa de morir. Y allí estaba yo, viendo su cara en las fotografías enmarcadas junto al televisor.
Nos quedamos con el apartamento. ¿Qué otra cosa podíamos hacer? Esperamos a que sus familiares, que vivían en Galicia, recogieran sus cosas, y nos mudamos. Aquella primera noche no fue nada fácil. Pero el instinto de supervivencia tomó el control y convirtió aquella temporada, y aquel apartamento, en uno de los lugares donde mi chica y yo más felices hemos sido.
El final de mi aventura en busca de piso aquel año fue feliz, pero se trató de una excepción en mi entorno. Amigos míos fueron estafados y perdieron miles de euros. Mucha gente tuvo que volverse a casa, incapaz de soportar la presión de estar sin vivienda estable, y aquellos que consiguieron encontrar aunque fuera una habitación no pasaron el mejor verano de sus vidas.
La gallina de los huevos de oro y la gripe aviar
La gallina de los huevos de oro está en peligro, comienza a dar síntomas de gripe aviar. Aunque Ibiza bata todos los records turísticos, sus clubs estén hasta la bandera y sus hoteles no paren de ampliar su oferta, los cimientos de este milagro se tambalean. ¿De qué sirve abrir nuevos hoteles, nuevos restaurantes, nuevos negocios si no hay trabajadores para garantizar un servicio a la altura de los precios de la isla? Puede que en el momento en el que turista se de cuenta de esta incongruencia, de lo que paga y lo que recibe a cambio, ya sea tarde para dar marcha atrás. Puede que cuando descubra que los huevos en realidad no son de oro, le compense hacerse una tortilla en otra parte.
Fuente: [El Mundo/ Elaboración Propia]
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